Antes que me fueran
a botar a
Lo Valledor,
yo era el mejor perro
del barrio,
mi pedigrí
era único
-no tenía competencia-
a la hora de
perseguir gatos,
nadie me ganaba;
que hablar en comer,
era una bala.
Pero ahora,
la tiña
y el distemper
acaban con mi vida.
Mis huesos
son débiles
y mis colmillos
ya no dan miedo,
ya ni ganas tengo
de perseguir autos.
Soy un perro
callejero,
al menos la gente
me teme por eso.
lunes, 18 de julio de 2011
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